Uno piensa que las «cosas de la diabetes» son hablar de insulina, medidores, pautas, hipoglucemias e hiperglucemias, protocolos, consejos, guías, libros de ayuda, hipoglucemias e hiperglucemias, recomendaciones de alguien con años de evolución, bombas de insulina, hipoglucemias e hiperglucemias… ah, y también hipoglucemias e hiperglucemias. ¿Ya las había dicho antes, no? No estoy seguro. Bueno, pues eso. Un blog de diabetes suele comprender esas cosas, pero en realidad se trata de hablar de todo lo que tenga que ver con nuestra diabetes. Y os aseguro que nuestro smartphone (en mi caso un iphone) es una herramienta de diabetes. Apps de tablas de alimentos… apps de gestión de datos de diabetes, apps de literatura sobre diabetes, acceso a redes sociales donde contactar con nuestros foros o grupos de personas relacionados con la enfermedad…
[Tweet «Hoy día, el #iphone es una herramienta más de mi #diabetes»]En definitiva, un smartphone es una herramienta de diabetes, como he dicho. Y por tanto, cuando a uno se le muere su batería tras años de intensivo uso, es cuando -si tiene un iphone- se plantea: ¿y ahora qué hago? ¿Por qué al genial Steve Jobs se le ocurrió hacer un teléfono diferente a todos los demás y que no pudiera abrirse con la uña como todos y cambiar su batería en un minuto? Pues quizá por eso; porque a los genios como Jobs no hay que pedirles explicaciones. Así que ahora viene la pregunta de «¿y ahora qué hago?». Pues se plantean dos opciones: la primera, llevarlo a Apple para que le cambien la batería por otra nueva y soltar después la dolorosa. Dolorosísima, diría yo. Y la segunda es un «DIY», acrónimo inglés del famoso «do-it-yourself» (hazlo tú mismo). Y uno, que tiene un Black&Decker en casa de adorno como si fuera una figurita, no puede evitar que le entre un pequeño escalofrío cuando se plantea hacérselo uno mismo. Pero la crisis es la crisis y los dineros no sobran, así que a google y a escribir «cambiar batería iphone».
Varias horitas más tarde, ya estaba aleccionado del procedimiento y había hecho un pedido, no sólo de la batería, sino también del necesario kit para realizar la intervención vital. En la foto se ve el kit que me enviaron. Dos destornilladores para gnomos, otros dos tornillitos que no veo sin microscopio electrónico, una especie de púa de guitarra y unas palanquitas de plástico que no tengo ni idea de para qué eran. Pero el proceso parecía sencillo en los tutoriales del bendito youtube (yo seguí este), así que me puse manos a la obra.
Cuando me dispuse a soltar el primer tornillo del teléfono, me di cuenta de algo aparentemente ajeno al tema: «qué mayor estoy». Una incipiente presbicia me impedía ver los tornillos, el agujero donde insertarlos, la chapita de masa que había que colocar entre el conector de batería y el teléfono… ni siquiera veía la cabeza del microdestornillador, con lo que no sabía cuál de ellos debía usar a cada momento. La cosa se complicó cuando abrí las tripas del iphone, y allí debía soltar con precisión quirúrgica más tornillos hechos por algún malvado gnomo en el interior de un árbol de un bosque encantado y pensados para que ningún humano jamás sea capaz de ver y atinar allí con un destornillador (también fabricado por gnomos). Pero la tecnología me ayudó.
[Tweet «Da que pensar cuando tienes que usar una app de #presbicia para cambiar la batería de tu #iphone»]Cogí mi tablet e instalé una app de presbicia. Ayudado por esa función de aumento en la amplia pantalla de la tablet, dispuse ésta sobre el móvil a modo de microscopio y sujetada por cuatro apoyos, de tal manera que yo miraba la pantalla aumentada y bajo ella, el móvil con sus minúsculas tripas. Por un momento me sentí neurocirujano. Y por otro momento, me sentí idiota. Por suerte, ambas sensaciones desaparecieron rápidamente. Algunos minutos después, y gracias a mi pulso de relojero suizo y el microscopio improvisado, aquello pudo completarse. Es una auténtica pena no poder disponer de testimonio gráfico de esa improvisada idea, pero tanto móvil como tablet estaban ocupados y no disponía de cámara alguna. Y por supuesto, como es preceptivo, me han sobrado elementos al terminar. No piezas, sino herramientas, que no sé ni para qué servían, pero que venían en el kit que compré para tamaña gesta de micro ingeniería informática.
Al final, como casi todo en esta vida, he sacado conclusiones:
- La una de la madrugada no es la mejor hora para ver con nitidez.
- Necesito unas gafas de vista cansada.
- Maldito sea el ingeniero que pergeñó las tripas del iphone, aparato del demonio pensado para que sólo un gnomo ingeniero pueda meterle mano.
- (La más importante) Me he dado cuenta de que estoy mayor.