«Elegiste… biennn…» dice con voz parsimoniosa y tono cansado el anciano caballero templario que guarda con celo durante siglos el Santo Grial en la tercera entrega de la saga Indiana Jones. Y esa frase es la que ese mismo caballero podría decirme a mi tras 23 años con el que desde esta semana ha dejado de ser ya mi endocrino. Elegí bien. Y porque este especialista es un médico con el que debemos compartir muchos ratos, hoy quiero hablar de lo importante que es elegir endocrino a raíz de la sensación de orfandad que se te queda cuando pierdes al tuyo. Endocrino y paciente con diabetes; una relación como un matrimonio: duradera, excepto porque uno rompa el contrato, se muera… o se jubile, como es el caso. Tras 23 años con él, mi gran endocrino cuelga la bata para tomarse un merecido descanso tras más de 40 años dedicado a la gran profesión de ayudar a las personas a encontrarse mejor. Durante todos estos años conmigo ha sabido gestionar mi difícil diabetes con eficacia, y tras mi última visita a su consulta hace unos días, salí de allí con la necesidad de escribir esta entrada hoy sobre la relación tan estrecha que debemos vivir como pacientes crónicos las personas con diabetes con nuestros endocrinos. Y se la dedico a él por el trabajo que ha hecho conmigo y con todos sus pacientes durante todos estos años en su consulta del Hospital Universitario de Basurto, en Bilbao.
El comienzo: ¿A quién elegir?
El asunto de elegir médico es tradicionalmente algo ligeramente estresante per se. La búsqueda de un «especialista» siempre se convierte en una pequeña labor de investigación preguntando a unos y otros, pidiendo recomendaciones, consejos, referencias… En el caso de la diabetes, elegir endocrino también es difícil. Un debutante está más que perdido, ya que no sólo no conoce nada sobre la enfermedad que le acaba de caer en (des)gracia, sino que muy probablemente tampoco conoce en qué demonios consiste la especialidad de endocrinología. Un paciente busca en primer lugar un nombre, un prestigio. Algo que le dé confianza; es lo natural. Un médico recomendado, en definitiva. Pero por muchas recomendaciones o referencias que tenga, lo importante se produce en los primeros encuentros cara a cara, donde verdaderamente se ve si hay feeling. Lo que comunmente se denomina «química» entre personas se puede aplicar perfectamente a la relación que se va a establecer entre el endocrino y el paciente. Somos personas que por la naturaleza de la diabetes hacemos un uso intensivo del sistema de salud, con visitas frecuentes e incluso posibilidad de contacto telemático con el médico (por mail, teléfono, redes sociales…). Y esa valoración que de manera automática hacemos con cualquier persona a la que acabamos de conocer o con la que vamos a tratar se produce también con nuestro endocrino en nuestra primera visita. Debe haber «buen rollito». Debes notar que hay cierto entendimiento, conexión. Que en el médico hay empatía, entendimiento, comprensión… En definitiva, y hablando claro, debe caerte bien y debes notar que «con ese médico SÍ». Entonces el primer paso está dado.
¿Cómo debe ser un buen endocrino?
Yo he hablado a lo largo de estos años con muchas personas con diabetes tanto en foros de diabetes como en redes sociales y por supuesto, en mi labor asociativa. Y algunas me han pedido consejo a la hora de elegir su primer endocrino. Yo suelo incidir siempre en este tema del que estoy hablando aquí: debe haber una buena conexión entre médico y paciente. Si no la hay, debes cambiar de médico sin dudarlo, porque ten por seguro que eso repercutirá en tu diabetes negativamente.
Pero una vez has elegido al adecuado, la relación es estrecha, cordial, y confías plenamente en esa persona. Pero (y esto es importante) él también confía en ti y en tu criterio. Por otro lado, el endocrino te escucha, atiende tus opiniones, tus circunstancias y tus particularidades. Es receptivo y la comunicación es bidireccional. Y algo crucial: consensuáis las decisiones de tu diabetes entre ambos. Atrás quedó la etapa en la que sólo había dos sitios a los que ibas bien vestido y con ropa interior limpia: al médico y al banco. Quizá al banco lo de la ropa interior era exagerado (pero también recomendable). Afortunadamente, hoy día ese pedestal en el que estaban los médicos ha desaparecido, y la comunicación con ellos debe ser radicalmente distinta. Y si estás a gusto con tu endocrino, tu diabetes lo agradecerá. Los cambios en la pauta serán más frecuentes , habrá menos miedo porque dispondrá de más información, serás más receptivo a sus propuestas, tu adherencia será mayor… y en definitiva, tu calidad de vida y tu satisfacción serán mejores.
Yo elegí bien
En mi caso particular, he tenido la ocasión de tratar con mi endocrino no sólo en la consulta, sino también fuera de ella en las distintas actividades desarrolladas por nuestra asociación, gracias a que ha colaborado año tras año participando en todo aquello para lo que desde la Asociación le pedíamos. Una faceta muy remarcable, toda vez que este tipo de labores no son obligatorias y suponen reducir tu tiempo libre, ya de por sí escaso. Quitarte vacaciones para ir a unas colonias llenas de diabéticos preguntones es desde luego, vocación. En general, la profesión de la medicina es vocacional. Pero lo es aún más ayudar a las personas con diabetes en las asociaciones. Y en eso algunos endocrinos como el mío tienen el cielo (si es que existe) más que ganado. Y yo como socio de mi asociación se lo reconozco y se lo agradezco.
Son muchos los pacientes que año tras año, pasamos por la consulta de un endocrino. Pero cuando es tu turno y ese profesional está a tu disposición, tienes que notar que eres su único paciente. Y yo he notado esa dedicación y ese empeño en mi endocrino todos estos años, y escuchaba desde la sala de espera el brío y la energía que desprendía en sus consultas con todos los pacientes. Yo ya he gestionado el cambio de endocrino y me voy con uno de sus pupilos, miembro de su equipo. Estaré en buenas manos, pero echaré de menos las suyas; en mi opinión, una de las personas que más sabe de diabetes que yo haya conocido.
Gracias por todo, Ramón Elorza.