¿La tecnología de salud es también efímera?

Si hay una tecnología relacionada con la diabetes que actualmente la gente asocia con el concepto de evolución, es sobre todo la de la medición intersticial de glucosa (ya sea continua o a demanda). Quizá porque es la que más ansia genera por ser de una aplicación potencialmente casi universal entre las personas con diabetes. O quizá porque sencillamente, llega más fácil a oídos de todos por su espectacularidad y salto evolutivo con respecto a lo que hemos tenido hasta ahora en tareas de diagnóstico. Sea como fuere, la mayoría de las personas ven la medición intersticial como una de las que más evolución está experimentando en los últimos años. Y hemos asistido no sólo a una evolución continuada, sino también a una popularización de estas tecnologías que ha hecho que estén en boca de todos o casi todos. Pero esta rápida mejora me genera ciertas reflexiones al realizar una analogía con otro tipo de tecnologías que me rodean.

Tecnología de ocio vs salud: ¿son iguales?

El mercado de consumo en tecnología nos tiene acostumbrados al concepto del producto pasajero. La tecnología doméstica de ocio es ya aceptada como efímera, caduca y de vida corta. Hemos aceptado -sin rechistar demasiado- que una televisión de última generación, un portátil esplendoroso o un completo smartphone serán medianamente viejos en pocos años. Y cuando digo pocos, es realmente muy pocos. Hasta el punto de que en no pocas ocasiones surge la duda de si merece la pena acogerse a una oferta porque en breve ese producto va a quedar ya demasiado obsoleto al no ser de la última generación, sino de una anterior. Todo depende de nuestras necesidades y de qué producto se trate. Y es que muchas veces nos planteamos la compra de un dispositivo sabiendo ya que la siguiente generación (de la que ya hemos visto y oído en distintos medios) está a la vuelta de la esquina, lo cual suele hacer que bajen los precios ante la inminente llegada del último modelo. En general, sabemos que la tecnología de consumo es de una intensa, pero corta vida. No tan corta como la de una mosca de la fruta, pero claramente insuficiente para nosotros, que pagamos un dinero por ello. Y todos entendemos y comprendemos con una relativa indiferencia que esto es así y que difícilmente cambiará. Porque en parte esa fugacidad es el precio de la tecnología. Sin embargo, la tecnología -que está en todas partes y nos rodea- también está presente en la diabetes ¿Y qué sucede entonces cuando aplicamos los conceptos de la tecnología de consumo a nuestra parcela de la diabetes y la salud? ¿Es lo mismo la tecnología de consumo de televisores y consolas a la de un medidor continuo o una bomba de insulina? ¿Medimos por el mismo rasero a ambos campos tecnológicos?

[Tweet «La tecnología en #diabetESP empieza a ser efímera»]
Videograbador ruso de los años 80
La tecnología de consumo ha evolucionado mucho en los últimos 30 años. Pero la de salud, aún siendo menos popular y masiva, también lo ha hecho… (imagen: Runner1616).

Del «todo gratis» al «págueselo usted»

Tradicionalmente, en el día a día de la diabetes la mayor tecnología la encontrábamos en los medidores capilares de glucosa. Unos aparatos que aunque han evolucionado, comparten básicamente desde los comienzos su funcionalidad principal. Dispositivos que a los ojos del público han permanecido prácticamente invariables a lo largo de las más de tres décadas que llevan entre nosotros en España. Durante todos estos años (excepto en los inicios), estas tecnologías -al igual que las bombas de insulina- han sido proporcionadas por nuestro Sistema Nacional de Salud español. Aunque en más de una consulta de endocrino hemos leído carteles recordando que no están obligados a proporcionar un medidor de glucosa, la realidad es que tan sólo en esos lugares se solían conseguir. Algo a lo que ha contribuido la industria farmacéutica, a la que lógicamente le interesaba ampliar su parque de unidades y en consecuencia, el volumen de tiras reactivas que posteriormente le solicita el sistema sanitario. A más aparatos en el mercado, más ventas de tiras reactivas. Además de esto, unas garantías generosas… sustitución por los últimos modelos… regalo de accesorios… ha sido algo a lo que nos hemos acostumbrado durante todos estos años en una política no enfocada hacia el consumidor (aunque lo pareciera) sino sobre todo hacia el aumento de cuota de mercado. Y aunque es cierto que en los últimos tiempos hemos sido algo más críticos y hemos proporcionado algo más de feedback a los fabricantes, al ser productos gratuitos el nivel de exigencia era menor. Bajo el sabio dicho popular de «a caballo regalado, no le mires el diente», los pacientes se limitaban a recoger el dispositivo que gentilmente le daban en su centro de salud. Pero con el paso de los años, las nuevas tecnologías (especialmente la medición intersticial) han abierto un nicho de mercado donde tradicionalmente no lo había. Ahora la medición intersticial de glucosa es una tecnología más de nuestras vidas, como las que nos rodean en casa. Y si la quieres, la tendrás que pagar. Quien quiera disfrutar de sus enormes (insisto, enormes) ventajas, a día de hoy aún debe costeárselas de su bolsillo (aunque esto tiene los días contados y este año es probable que ya empecemos a ver interesantes movimientos en la subvención de estos sistemas). Pero el pagártelo tú mismo tiene una consecuencia directa; el cliente exige más.

Medidor de glucosa de los años 80
Durante muchos años hemos aceptado cualquier aparato porque nos lo daban gratis. Ahora con los sensores de medición, la cosa cambia… (si quieres ver más aparatos retro, lee este artículo que publiqué en la web de ASVIDIA -enlace externo-)

¿Debemos exigir lo mismo a la tecnología de salud?

Se produce entonces la entrada en los hogares de nuevas tecnologías, pero -y esto es la novedad- no para el ocio, sino para la salud. Más allá de apps o de diversos tipos de wearables y hardware de salud que también está empezando a convivir con nosotros en nuestro día a día, la tecnología de medición continua de glucosa es probablemente la más notoria y también la más demandada entre las personas con diabetes. Usuarios que han elegido un sistema de diagnóstico para su diabetes potente… y costoso, que ha traído consigo incorporar a nuestro ámbito más personal tecnologías de última generación, iguales a las que nos rodean en nuestro hogar cuando adquirimos el último modelo de televisión de plasma, la última y llamativa consola de videojuegos o el último y estiloso smartwatch que causa furor.

[Tweet «¿Somos más exigentes con la #tecnología de salud que con la de ocio?»]

Y aunque somos exigentes con todas las tecnologías que nos rodean, lo somos aún más con las tecnologías de diabetes. ¿Por qué somos más exigentes? ¿Porque las hemos pagado de nuestro bolsillo? ¿Simplemente porque atañe a nuestra salud? (ver entrada sobre los efectos de la tecnología en diabetes) ¿Porque consideramos que la diabetes no es «tecnología de consumo»? ¿Porque creemos que la salud es algo mucho más serio que la efímera vida del ocio electrónico que nos rodea? ¿Porque sabemos que la tecnología en salud nos empodera y nos puede hacer mejores pacientes y mejorar la enfermedad? (ver entrada sobre la tecnología e internet en el empoderamiento). En mis treinta años con diabetes, ciertamente nunca había experimentando lo que he visto en los últimos tiempos: los pacientes con diabetes quejándose por ciertos aspectos derivados de la rápida evolución en la tecnología para la diabetes en productos que ellos se pagan de su dinero. Quejas que sin embargo no escucho cuando cada 12 meses una gran marca de móviles lanza un nuevo modelo que deja demodé al que tenían. O cuando su nuevo televisor se queda viejo en cuestión de meses. Aquí hablamos de salud, y creo que esta es la clave. Y además, los pacientes empiezan a demandar prestaciones, evolución, actualizaciones… a los aparatos de medición continua que ellos pagan. Otro tema bien distinto es que la industria de la salud pueda llegar a escucharlos, dadas las normativas existentes que nos separan tanto. Si estoy comprando un producto tecnológico como pueda ser una consola de juegos, ¿no debería acaso tener el mismo derecho de poder llegar al fabricante para hacerle sentir mis experiencias con un medidor continuo o una bomba de insulina? ¿Mis deseos y propuestas de mejora? ¿Mis problemas? ¿Por qué no poder disfrutar de promociones, regalos, descuentos?… En definitiva, prácticas comerciales que se usan en cualquier producto de mercado de consumo. Esta parcela está actualmente bastante limitada y deberían explorarse más las posibilidades de feedback real con el cliente.. Y ojo, que digo cliente porque quien compra un medidor continuo no es un paciente, sino un cliente en toda regla, igual que quien compra un portátil o un smartphone.

Embalaje Dexcom G4
Dexcom, ejemplo de evolución fulgurante. ¿Quizá incluso demasiado?

Demasiada evolución incluso nos mosquea

He hablado de esa mayor exigencia a la que los usuarios someten a estas empresas por haber pagado de su dinero el coste de los productos y su mantenimiento, pero hay otro tema que también surge relacionado con ello. Y es el hecho de si toleramos por igual la rápida evolución de un smartphone con la misma indolencia que la de un medidor continuo de glucosa. Y la respuesta en mi opinión es que no. Dentro de este sector de la diabetes, hay un nombre que es sin duda el paradigma de la evolución fulgurante a ojos del público. Dexcom era hace no mucho una pequeña empresa que cinco años después de su creación lanzó al mercado con más dudas que otra cosa su primer sistema de medición de glucosa intersticial: el Dexcom STS. Desde entonces, en 10 años hemos asistido no sólo a una evolución continuada en su sistema, sino a un despliegue (a mi juicio muy acertado) de colaboraciones, alianzas e integraciones con otros fabricantes o empresas del sector para hacer que su sistema sea la referencia por implantación y por tecnología. Pero esta evolución, por su velocidad, ha llegado hoy a un punto que genera incluso cierto desconcierto/frustración entre los usuarios. Tras unos años de relativa calma con su sistema Dexcom Seven y Seven Plus, el gran Dexcom G4 revolucionó el mercado con sus prestaciones y exactitud. Un sistema que duró menos de 36 meses reales, hasta que ha llegado el G5 para mejorar aún más lo que ya había. Un G5 que aún está implantándose en muchos países y del que ni siquiera tenemos disponible aún en España la versión Android de su app de gestión. Pues bien: este G5 aún aterrizando va a tener la vida útil más corta de todos, ya que el próximo (el G6) está previsto lanzarse a finales de este año 2017 o principios de 2018. Lo cual dejaría al G5 con una vida en el mercado de unos 24 meses, mejorando la marca de fugacidad de su predecesor (36 meses). Auténticas estrellas fugaces de la tecnología, y alumnos aplicados de los grandes reyes del deseo tecnológico como son los smartphone y su insultante velocidad de lanzamiento comercial.

[Tweet «Ya tenemos tecnología efímera en #diabetESP «]

Este despliegue evolutivo, aún pareciendo per se algo muy interesante y prometedor a nivel de evolución tecnológica (que lo es), ha generado en muchos usuarios un clima de insatisfacción por el excesivo ritmo al que navega la evolución en algunos de estos «gadgets» de la diabetes y las consecuencias económicas para ellos que esa velocidad conlleva ¿Es esta empresa un ejemplo más de la evolución tecnológica que nos rodea? ¿Deberían quizá gestionar mejor sus continuas evoluciones mediante actualizaciones y no renovaciones completas de producto? Sin ánimo alguno de personalizar, este mismo ejemplo podríamos aplicarlo a otros productos, como por ejemplo algunos nuevos modelos de bombas de insulina, cuya vida útil se prevé corta al tener ya en la nevera preparado su futuro sustituto, en algunos casos con plazos realmente cortos. Pero claro, la bomba de insulina (al menos en España) nos la proporciona el Sistema Nacional de Salud de manera gratuita, mientras que un medidor continuo a día de hoy debemos costeárnoslo enteramente de nuestro -por lo general- maltrecho bolsillo.

¿Es quizá este el lado oscuro de la evolución tecnológica en diabetes? ¿O simplemente está todo evolucionando de tal modo y con unos plazos tan cortos que nos pilla por sorpresa? ¿Cuál es tu opinión? Déjame tu comentario y comparte esta entrada en tus redes sociales si te ha parecido interesante.